Por centurias, la moda ha sido una forma de expresar nuestra identidad individual, social y cultural. Aquello que vestimos nos define, personal y colectivamente, y tal es su potencia que la denominada industria del fashion es hoy por hoy una de las más potentes y transversales a nivel global. No obstante, esta multimillonaria industria no ha quedado exenta de los efectos de la pandemia global del Covid-19, y ya se perciben claros signos de cambios en los paradigmas que la regían hace sólo algunos meses, en favor de la sostenibilidad y el enfoque medioambiental.
En este contexto, el cambio en los hábitos de compra que ha debido experimentar el consumidor promedio debido a las medidas de confinamiento y distanciamiento social impuestas por los gobiernos, sumados a acciones de contención para evitar contagios, tales como el cierre de los comercios masivos; ha generado toda una nueva dinámica en lo que se refiere al “consumo de la moda”. Ante un panorama como el descrito, cada vez más consumidores se cuestionan si otra moda es posible y si cabe en el futuro una nueva forma de relacionarse con la ropa, sobre todo considerando los nefastos efectos medioambientales que la crisis sanitaria ha dejado al descubierto en relación a cómo se desechan las prendas “descartadas” por las grandes cadenas fashion.
Al mismo tiempo, los actores de la industria de la moda han comenzado a cuestionarse sobre los efectos de la pandemia en su negocio y los desafíos futuros, sobre todo en materia medioambiental, de hecho, ya se alzan voces que aseguran que el Covid-19 ha venido a lapidar una de las estrategias de negocio más emblemáticas y exitosas del rubro en los últimos 30 años: el fast fashion o moda rápida.
Hasta hace sólo unos meses, el consumo de la moda “rápida” era tendencia indiscutida, las emblemáticas marcas fast fashion e importantes tiendas del sector retail (que absorbieron el modelo) ofrecían a los consumidores la posibilidad de acceder a prendas novedosas a precios muy asequibles y de forma continua, lanzando en promedio cerca de 50 colecciones al año, producidas en masa, de forma acelerada y a bajo costo.
No obstante, tras el advenimiento de la pandemia el panorama de producción y consumo global cambiaron drásticamente. Durante los primeros meses de alarma sanitaria global, la mayoría de empresas del sector retail y marcas “fast” vieron paralizada su producción debido a que ésta estaba descentralizada en países en vías de desarrollo como la India y Bangladesh. Al mismo tiempo, medidas de contención sanitaria como el cierre de las tiendas físicas generaron fuertes caídas a nivel de ventas y problemáticas adjuntas como el sobrestock.
A partir de estos eventos, por primera vez en 30 años, la “vetada” discusión relacionada a los efectos nocivos de la fast fashion y de la producción de vestuario a bajo costo, a nivel medioambiental se alzó en diferentes foros internacionales, de hecho, en los últimos meses, entidades como la Organización de Naciones Unidas (ONU) han elevado la voz, instando a diversas industrias, entre ellas la de la moda, a cumplir con los objetivos de reducción de emisiones exigidos por dicha entidad, en concordancia con lo estipulado en el Acuerdo de París 2015.
Y es que, frente al reto impuesto por la ONU, “de efectuar una salida verde de la crisis”, la industria de la moda tiene una gran responsabilidad, considerando que este sector económico es responsable de al menos el 8% de las emisiones GEI que provocan el cambio climático y del 20% de la huella hídrica del planeta. Además, según el Institution of Mechanical Engineers el 35% de los microplásticos que contaminan nuestros océanos proceden de los textiles y fibras sintéticas utilizadas para confeccionar nuestra ropa.
Si a lo anterior sumamos lo informado por la fundación Ellen McArthur, en relación a los efectos de la fast fashion, tenemos que a nivel global el 87% de la ropa que no usamos (por sobrestock o desecho doméstico) acaba incinerada en vertederos y solo 1% acaba siendo reciclada para hacer nuevas prendas de ropa. Es decir, tres quintas partes de toda la ropa producida acaban, literalmente, en la basura, incinerada en el plazo de un año a partir de su fabricación.
Conociendo la huella ambiental de esta industria en el planeta, lo que ya nadie puede cuestionar es que el rubro de la moda necesita experimentar un profundo cambio, en consonancia con la nueva sensibilidad hacia las personas y el planeta recogida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y la pandemia que amenaza con quedarse. Es cierto que la moda seguirá existiendo como medio de expresión y relación con nuestro entorno, pero la crisis de estos meses debe conducir a las marcas y a los retailers a explorar nuevos caminos para disminuir su impacto en el medioambiente.
De hecho, entre las alternativas que no pocas marcas han empezado a ofrecer a sus clientes se encuentran una producción de calidad que incremente la durabilidad de las prendas, diversas posibilidades de co-creación, la customización, el alquiler de ropa, el reciclaje, entre otras.
No obstante, cabe destacar que previo a la crisis, importantes marcas mundiales y locales del rubro moda ya habían puesto el foco en generar una producción y consumo responsable y amigable con el medioambiente. Este es el caso de Paris, marca retail del grupo Cencosud que en 2013 inició su exitoso programa Ropa por Ropa, mediante el cual ha conseguido recolectar más de 900 toneladas de vestuario al que se le ha dado un nuevo uso y no ha terminado en vertederos.
A partir de esta iniciativa, Paris ha conseguido generar conciencia sobre la importancia del reciclaje entre sus clientes, incentivando la entrega de ropa en desuso a cambio de descuentos en sus compras. Para que la ropa sea reciclada, no importa cuánta sea la cantidad que se entregue ni el estado en el que se encuentre. Lo fundamental es participar y darle una segunda vida a las prendas que ya no se usan.
Desde la compañía explican que “el programa Ropa por Ropa es parte del compromiso de Paris de favorecer un consumo que considere la dimensión ambiental. Para ello trabajamos generando programas como éste que nos ha permitido consolidarnos como el mayor retailer reciclador de Sudamérica. Este proyecto es, sin duda, único en Chile y nos ha permitido generar cadenas de producción más responsables al reducir el impacto ambiental e incentivar el reciclaje en todas nuestras acciones. Con esta campaña, hemos demostrado que sí existe la oportunidad de transformar y reutilizar”.
Cabe destacar que en esta iniciativa, Paris trabaja en alianza con la empresa más grande del mundo y líder en el reciclaje de prendas de vestir, I:Collect (I:CO), compañía suiza cuya fábrica en Berlín es a donde llegan las toneladas de ropa que son recolectadas en Chile gracias a este proyecto.