Como es sabido, nuestro modelo económico actual, de tipo “lineal”, se basa en prácticas empresariales heredadas de la primera Revolución Industrial; y consiste, básicamente, en la extracción de recursos para la producción de bienes (y servicios); los que tras ser consumidos son desechados; un modelo productivo que intrínsecamente ha implicado el consumo de grandes cantidades de energía y recursos naturales, en una dinámica que ha alcanzado un punto crítico, sobre todo a nivel medioambiental.
En esta línea, expertos a nivel mundial coinciden en que actualmente el planeta está llegando a su “límite ecológico”, toda vez que los recursos necesarios para los procesos productivos lineales se están agotando aceleradamente, por lo cual el tradicional modelo de producir para desechar no es sostenible a mediano plazo. A partir de ello, la denominada Economía Circular se alza como una oportunidad atractiva y rentable para que las organizaciones puedan planificar sus procesos con el objetivo de convertir residuos en recursos, disminuyendo de paso la volatilidad de precios en las materias primas y mejorando su relación con las comunidades.
Pero ¿Qué es la Economía Circular? Como su nombre lo indica, este modelo se diferencia del tradicional porque ya no estaríamos frente a una línea, sino a un ciclo, donde la cadena no tiene un momento final, sino que vuelve al inicio para reutilizar los recursos desechados y optimizar el uso energético. En este modelo, el reciclaje y la reutilización de materias son solo un eslabón de un cambio mucho más profundo, en donde los residuos dejarían de existir; un concepto que cada vez gana más adeptos y que, para muchos, se está convirtiendo en la única solución para evitar el colapso.
De hecho, la prestigiosa consultora Gartner predijo que la economía circular reemplazará al modelo lineal en los próximos 10 años; lo que obligará a realizar cambios en las cadenas de suministro para que las empresas puedan mantener su competitividad y avanzar hacia un sistema más sostenible.
En torno a la relación entre las cadenas de suministro y la economía circular, lo primero a destacar es que la misión de la gestión de la cadena de suministro deberá ser modificada para atender el máximo de la demanda, con el mínimo capital de trabajo, el mínimo costo operacional y el menor perjuicio para el medio ambiente.
Así, si consideramos que la economía circular se sustenta en tres pilares: Reducir, reutilizar, reciclar. La sincronización de las cadenas de suministro deberá apalancar la reducción, mientras que la logística gestionará los procesos de reutilización y reciclaje.
Si llevamos lo anterior a un ejemplo concreto, tenemos que en la actualidad se generan procesos logísticos deficientemente planificados que generan sobrestock. Cuando estos bienes entran en la cadena y no son consumidos generarán una demanda de espacio de almacenaje ineficiente que se traduce en un mayor gasto energético.
Consecuentemente, el exceso de inventario sin rotación hace que aumente su riesgo de obsolescencia, y esto termina generalmente de dos maneras, incentivando el sobreconsumo mediante remates (bajadas de precio para incentivar su salida) o bien en algún proceso de eliminación de inventarios por obsolescencia donde estos productos terminan en algún lugar del planeta como desecho.
En este punto, la logística de reversa cobra protagonismo, que en el modelo circular este proceso apoya el reciclaje y la reutilización de los productos desechados que entran nuevamente al ciclo productivo.
Ahora bien, en Chile, si bien existen organizaciones que producen y operan en base al modelo cíclico, lo cierto es que aún estamos lejos de desarrollar una economía circular de impacto profundo. Por el momento, solo el 10% de los desechos producidos a nivel industrial y residencial son reciclados; un tema que no es menor si consideramos que cada chileno produce cerca de 420 kilos en residuos al año, la mitad de ellos biodegradables. Queda mucho por avanzar en esta materia y, ciertamente, los actores del rubro logístico están llamados a tomar acción.