Los nefastos impactos del Covid-19 ya no sólo se miden a nivel sanitario o social. Mientras las autoridades de gobierno chilenas tratan de contener la propagación de la epidemia de Covid-19, al mismo tiempo intentan evitar una caída dramática de la actividad económica en el país; un esfuerzos titánico a estas alturas si consideramos que según el último Informe de Finanzas Públicas del 1° Trimestre de 2020, elaborado por el Ministerio de Hacienda, ya se proyecta un déficit fiscal del 8% del PIB anual, el mayor desde la década del 70; deuda pública que seguirá creciendo hasta superar el 30%, según Hacienda.
Si a lo anterior se suma que las proyecciones de crecimiento económico -estimadas por el Banco Central para 2020-, no son las mejores, ya que muestran una caída de entre 1,5% y 2,5%; es claro que la economía chilena –inmersa en el contexto global- está en estado de recesión. De hecho, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la contracción de la economía nacional sería aún más profunda, ya que marcaría una caída del 4,5%.
A partir del fatídico diagnóstico, y considerando que la crisis actual no tiene precedentes porque combina una caída de la demanda global, condiciones financieras más difíciles y un importante shock de la oferta debido a la caída de las cadenas de suministro globales; es preciso que las empresas proyecten y planifiquen su actividad considerando los adversos escenarios financieros.
Considerando el impacto de la crisis en el sector logístico, según un estudio de la consultora JLL, sólo a nivel operativo “el brote aceleraría el uso de automatización en las operaciones y reduciría la dependencia del sector en la mano de obra”. A lo anterior, se sumaría el crecimiento del comercio electrónico, especialmente para comestibles, auge que se volvería permanente y que provocaría el progresivo aumento de la demanda de espacio logístico.
Al respecto, un análisis realizado por la consultora Colliers International, estima que -en términos fácticos- la crisis producto del Covid-19 ha tenido un impacto directo en la necesidad de las empresas por aumentar su capacidad de almacenamiento, lo que se ha traducido en una disminución de la vacancia. “Desde nuestra experiencia, los requerimientos de clientes que buscan bodegas para arrendar han aumentado un 50% desde el 18-O y, producto de las medidas tomadas contra la expansión del Covid-19, seguirán aumentando. Al haber disminuido la cantidad de locales comerciales operativos, y sumado a la baja en el consumo de las personas que realizan compras in situ, las empresas han registrado un sobrestock de productos, por lo que se han visto en la necesidad de arrendar más superficie”, explica Diego Castillo Labbé, Gerente del Área Industrial de Colliers International.
En esta línea, desde JJL estiman que “los minoristas con una infraestructura robusta para cumplir con los pedidos en línea podrían ser beneficiarios a más largo plazo, poniendo mayor énfasis en el cambio hacia un modelo minorista omnicanal flexible”. No obstante, la consultora sostiene que en el escenario actual “proteger el flujo de caja sigue siendo crucial para todos los minoristas, y particularmente para aquellos operadores con márgenes de ganancia reducidos”. Por lo cual, los más afectados pueden buscar alivio temporal en el arriendo.
Siempre en torno al arriendo de bodegas para el almacenamiento logístico, Diego Castillo Labbé, manifestó que “ante la incertidumbre, los usuarios de bodegas han postergado planes de compra privilegiando el arriendo de superficies. Esto, debido a que les permite ir tomando decisiones según lo que vaya sucediendo en el país. El arriendo permite tener flexibilidad en caso que requiera más o menos espacio de almacenamiento de un momento a otro”.
De acuerdo al experto, contrario a lo que pudiera pensarse, los valores de arriendo no han aumentado y la proyección es que se mantendrán estables durante los próximos meses. “En tiempos de crisis la prioridad para los dueños de bodegas es mantener los espacios arrendados, entregándoles la flexibilidad necesaria y condiciones que permitan mantenerlos en el tiempo. Una vez se normalice la economía, lo más probable es que los valores de arriendo aumentarán, si consideramos que en los últimos años se ha apreciado una tendencia a la baja en la producción de nueva superficie; sumado a la paralización de muchos proyectos industriales como consecuencia de la crisis”.
En este punto, otro de los beneficios que se reconocen en torno al arriendo de bodegas es la seguridad que este tipo de servicios provee, no sólo a nivel tecnológico (sistemas de video vigilancia, centrales de monitoreo o sistemas anti intrusión); sino también a nivel operativo, considerando que estos recintos han puesto en marcha diversos protocolos y medidas orientadas a minimizar los riesgos de contagio en los espacios de uso común; servicios complementarios que tienen un positivo impacto en la operativa de sus clientes y que -en la mayoría de los casos- no representan un costo anexo para ellos.
Así, en lo referido a la problemática de “más espacio operativo” para hacer frente a la actual crisis que muchos actores del comercio y la industria nacional enfrentan, el arriendo de bodegas se instala como la alternativa lógica y eficiente en términos operativos y de costos, alternativa que puede representar un importante alivio financiero a las alicaídas arcas de muchas compañías.